- María del Campo
- 13 Sep 2012 - 08:00
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Hay algunas historias que de tanto contarse acaban pareciendo reales. Quizás por ello cada año acuden a esta comarca miles de estudiantes a realizar cursos de inglés en UK. Robín Hood nació alrededor de 1290, siendo hijo de un guardabosques al servicio del conde de Lancaster.
En 1322, el conde envió a sus súbditos contra el rey Eduardo XI, uniéndose Robín como arquero a la revuelta. Con el alzamiento aplastado y Lancaster decapitado, sus seguidores fueron proscritos, ocultándose en los bosques de Bamsdale y Shenwood, entre los condados de York y Nottingham. Los bosques estaban atravesados por la Gran Ruta del Norte, que proporcionaba pingües ganancias a los ladrones de caminos, entre los que se encontraban Robín Hood y su inseparable Pequeño John, ironía que reflejaba su gran estatura.
En cierta ocasión, el obispo de Nereford, que atravesaba el bosque, se topó en el prado de Lincoln con Robín y sus hombres asando un venado, algo que constituía una violación de las leyes del condado. El obispo, enfurecido por la arrogancia de los proscritos, ordenó apresar a Robín, sin embargo, las tornas cambiaron cuando éste hizo sonar su cuerno y en un abrir y cerrar de ojos el obispo se vio rodeado por arqueros. Los proscritos tomaron prisionero al dignatario y pidieron un rescate, obligándole a permanecer junto a un gran roble actualmente desaparecido, cuyo lugar es conocido como la Raíz del árbol del Obispo.
La leyenda dice que Robín Hood se convirtió en defensor de los desamparados, apoderándose de las riquezas de los poderosos para distribuirlas entre los pobres. El rey Eduardo II, al conocer la disminución de venados en el bosque de Shenwood debido al apetito de la banda, decidió acudir en persona y limpiarlo de proscritos, disfrazándose él y sus caballeros de monjes. Cuando encontraron a Robín y su banda, éstos les exigieron dinero, dándoles el rey 40 libras. Robín tomó 20 para distribuir entre sus hombres y devolvió las otras 20 al rey. En ese momento y sin identificarse como quien era, Eduardo mostró su sello real y comunicó al proscrito que el rey quería verlo en Nottingham; Robín se arrodilló ante el sello, jurando fidelidad al monarca, hecho que conmovió tanto a Eduardo, que perdonó a los proscritos.
En 1346 la priora del monasterio de Kirklees, al aplicar una sangría para detener unos dolores que padecía, provocó la muerte de Robín. Se cuenta que el héroe disparó una flecha desde la ventana de su habitación hacia el bosque, pidiendo que lo enterraran en el lugar donde cayera. Todavía hoy es posible visitar el lugar que eligió como tumba.